La paradoja del apoyo a Donald Trump

Un aspecto interesante del atractivo político de Donald J. Trump está surgiendo en Detroit: muchos votantes están dispuestos a apoyarlo, convencidos de que no cumplirá la mayoría de sus promesas más extremas.

Trump ha hecho afirmaciones audaces, como utilizar al Departamento de Justicia como herramienta política y perseguir a sus oponentes. Habló de purgar al gobierno de aquellos desleales y sugirió utilizar la violencia para hacer cumplir la ley. Si bien algunos de sus seguidores se guían por estos discursos, muchos otros simplemente los consideran parte del espectáculo.

Durante su mandato, parte de su retórica fracasó, como la prohibición musulmana y la incitación a disturbios postelectorales. En otras ocasiones, sin embargo, su retórica agresiva se quedó en meras palabras, lo que llevó a sus votantes a racionalizar sus declaraciones en la creencia de que el cambio podría producirse en un segundo mandato.

El 10 de octubre, Trump habló ante el Club Económico de Detroit, cuyos asistentes eran más empresarios que partidarios acérrimos. En lugar de discursos provocativos, pidieron garantías sobre su impacto positivo en el sector empresarial. Durante casi dos horas, Trump se centró en hacerles sentir cómodos con su decisión de votar por él, riéndose de sus bromas sobre ellos mismos.

Mario Fachini, participante en la reunión, expresó la opinión de que los medios exageraron las palabras de Trump, sugiriendo que sus comentarios más radicales eran sólo tácticas de propaganda. Neil Newhouse, un encuestador republicano, añadió que muchos creen que Trump está hablando en términos exagerados para provocar reacciones sin cumplir sus amenazas.

Pero Trump y su entorno dicen que un segundo mandato sería diferente dado su mayor control sobre el partido. Esto concuerda con las advertencias de la vicepresidenta Kamala Harris, quien sugiere que sin las restricciones anteriores, Trump podría actuar con más decisión.

En su discurso, Trump admitió que ahora «conoce mejor el juego», pero también parecía consciente de la incertidumbre que generaban sus declaraciones. Por ello comenzó a criticar a los demócratas, señalando que el «verdadero problema» eran los «estúpidos», lo que provocó aplausos de los empresarios presentes.