Adam Britton, un reconocido zoólogo británico, fue condenado a 10 años y cinco meses de prisión en Australia tras declararse culpable de 56 cargos de crueldad animal y cuatro cargos de acceso a material de abuso infantil. Este experto, conocido por su trabajo en medios como la BBC y National Geographic, filmó actos de tortura a decenas de perros, compartiéndolos bajo un seudónimo.
Las autoridades descubrieron su escalofriante actividad tras encontrar uno de sus vídeos, lo que motivó su arresto en abril de 2022 durante un registro en su propiedad en Darwin, donde también se encontró material de abuso infantil en su computadora. El presidente del Tribunal Supremo, Michael Grant, describió los crímenes de Britton como “grotescos” y probablemente tendrán un enorme impacto emocional en los presentes debido a la naturaleza repugnante de los actos cometidos.
Durante su juicio, surgieron detalles inquietantes sobre cómo torturó a los animales, incluidos perros y cachorros, lo que sugiere que disfrutaba de sus acciones. El juez Grant dijo que la depravación de Britton estaba más allá de la comprensión humana común y que la sociedad condenaba enérgicamente la violencia y la crueldad hacia los animales como un crimen abominable.
A pesar de la defensa presentada basada en una condición rara, dos psiquiatras testificaron que, aunque Britton padecía un trastorno de parafilia, era plenamente consciente de sus acciones. En un intento de mitigar su responsabilidad, Britton leyó una carta de disculpa durante el juicio en la que expresaba remordimiento por el dolor causado a los animales, a su familia y amigos, y declaraba su intención de buscar un tratamiento y redención a largo plazo.
La sentencia estipula que Britton quedará en libertad condicional en septiembre de 2028, con prohibición de por vida de poseer mamíferos. Aunque nació en el Reino Unido, se mudó a Australia hace más de dos décadas para trabajar con cocodrilos. Los documentos judiciales muestran que es un defensor de los animales, aunque oculta un interés sádico por ellos.
Los detalles de cómo Britton seleccionó y abusó de sus víctimas, incluidos los perros, revelan un comportamiento inquietante. Usó un contenedor de envío como “sala de tortura” y se deshizo de los cuerpos alimentando a sus cocodrilos. Su arresto se produjo tras una denuncia anónima que incluía imágenes de vídeo de sus actos atroces, lo que provocó la intervención policial y su posterior arresto.
Este impactante caso expone la oscuridad que puede esconderse detrás de una fachada aparentemente respetable, recordándonos la importancia de combatir la crueldad animal y garantizar que las criaturas indefensas estén protegidas de individuos como Britton.