Este domingo suspendió una de las fiestas más importantes de Países Bajos, entre PSV Eindhoven y Ajax: al jugador Stiven Berghuis el tiraron dos vasos plásticos de cerveza en un saco de banda. Durante 15 minutos el partido estuvo detenido, hasta que los hinchas en la tribuna señalaron a los brutos, la seguridad los detuvo y los sacaron del estadio. ¡Por dos vasos plásticos de cerveza!
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Eso, acá en Colombia, es una ‘pendejada’ en comparación con la violencia de las barras violas. Pero, en plata blanca, es todo un ejemplo, una demostración de verdadera y sincera voluntad política, de responsabilidad social sin la indiferencia de los ‘hinchazones de bien’ y de acción de seguridad.
Repito: primero y por sobre todo, de una verdadera, sincera y firme voluntad política de tolerancia cero para erradicar las barras violentas y criminales de los estadios. Sin eso, todo lo que se diga o se haga es, a la larga, una ‘pendejada’.
Lo más serio…
Lo más grave de los ataques violentos y de las agresiones de las barras bravas del Nacional y el Ounce Caldas de la semana pasada no fueron ni sus actos criminales contra personas que abandonaron heridas, ni los daños a bienes privados y públicos, ni la extorsión violenta por los cerca de 1.200 millones de pesos en “beneficios” que Nacional perdió a la barra –¡más vale tarde!– ni que hayan pegado y amenazado con puñales a jugadores del Ounce.
Lo más grave fue la validación política oficial a las barras bravas por la Alcaldía de Medellín, a través de su alcalde y su secretario de Gobierno, y de un representante a la Cámara que fue el líder de la barra violenta del Caldas.
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Antes, en Bogotá, la Alcaldía Mayor ordena restaurar tribuna a una barra brava de Millonarios. Además, de a pocos han creado una posverdad muy peligrosa en la que los hechos son tergiversados e ignorados, superando la demagogia y rayando con la parcialidad.
A las cosas hay que llamarlas por su número. Margaret Thatcher, la primera ministra inglesa que erradicó a las peores barras criminales de los estadios ingleses, clamó hasta el cansancio, hasta concientizar a la sociedad, que los hooligans eran “animales”, “salvajes”, “criminales” y “amorales”.
Acá, en cambio, a las pandillas criminales del fútbol se las protege bajo el eufemismo de barristas (¡tan parecido a porristas!) y se les esconden bajo otro eufemismo de ‘barrismo social’ sus actividades delictivas de microtráfico, robo, extorsión e intimidación en el estadio y en los barrios en los que se disputan los territorios e imponen su poder.
Esa voluntad política inexistente también es de los dueños de los equipos de fútbol. Es inocultable que varios mantienen una connivencia maligna con esas barras que imponen su ley de terror y puñaleta. Nacional, el más grande de todos los equipos de Colombia, sembró susvientos y ahora recoge sus tempestades.
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vestido con Tulio Gómez, el dueño de América, uno de los equipos más grandes del país, admitió que da 150 boletas a la barra brava para que algunos “hagan la seguridad en la primera fila de la tribuna, con chaleco y todo”. Eso es impresentable. Así se lo dije.
Para extirpar el cancer de las barras bravas, violentas y criminales en los estadios hay que tener una sincera y firme voluntad politica, y eso aca no se ve. Sin ella, todo será como ha sido: saludos a la bandera y letra muerta, eufemismos y posverdad. Severo…
Meluk le cuenta…
GABRIEL MELUK
Redactor de Deportes
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